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La atmósfera se calienta desde abajo, desde el suelo, gracias a la energía que emite la tierra. No lo hace desde arriba a causa del ... Sol, como podría pensarse. El aire es transparente a la radiación solar, pero no a la terrestre. Cuando se calienta una burbuja de aire superficial, su densidad disminuye. El principio de Arquímedes que aprendimos en el colegio nos dice que entonces tiene que ascender.
El aire que asciende, la burbuja, se encuentra enseguida con capas de aire más frío. Esto hace que parte del vapor de agua que lleva se condense, formando las nubes. El vapor de agua no lo podemos ver con nuestros ojos (sí con los satélites), pero las gotitas de nube ya sí.
Una vez que se forman las nubes empiezan a pasar cosas. Cuando la burbuja es muy extensa, la nube crece y crece hasta llegar al límite de la troposfera, la capa de la atmósfera donde tienen lugar los fenómenos atmosféricos. Dentro de la nube las gotitas de nube no paran de chocar unas con otras, creciendo al fusionarse unas con otras. Si el aire está lo suficientemente frío, se forman cristales de hielo, que chocan con las gotas creciendo poco a poco, como las capas de una cebolla. El resultado es el granizo, y con él, los rayos y los truenos.
Si las diferencias de temperatura entre arriba y abajo son grandes, si el aire lleva mucho vapor de agua, y si el proceso se produce de forma rápida, se forma un monstruo que ocupa decenas de kilómetros cuadrados. Las idas y venidas en las corrientes internas hacen crecer en su seno a las gotas, más y más, hasta que su tamaño es lo suficientemente grande como para vencer la resistencia del aire. Entonces caen. Es lo que pasó el día 3 en Valladolid. Los 20 litros por hora que cayeron en un rato son el resultado de un proceso mecánico. El aire que venía del noroeste fue ascendiendo desde León, haciendo que las nubes crecieran según cruzaban Tierra de Campos y los Torozos, y descargando fuerte al bajar el escalón del páramo. En las imágenes de satélite se ve muy bien.
Un proceso de libro que ha generado muchas molestias a los vecinos, sorprendidos por un fenómeno extremo que por suerte ha durado poco. Imaginemos lo que pasaría si esa enorme tormenta se hubiera quedado quieta sobre la ciudad durante varias horas, bloqueada por alguna masa de aire o por una montaña.
El verano climatológico ha empezado así en nuestra ciudad, con fuerza. No es la primera vez, claro. Todos los años cae algún chaparrón, aunque la virulencia de este nos ha sorprendido a todos. No es normal ver la calle Platerías inundada, o el agua desbordando las barandillas del Puente Mayor. Como venimos diciendo los físicos de la atmósfera, el nuevo escenario del calentamiento global nos traerá con cierta frecuencia este tipo de eventos. Algunos de ellos tendrán una intensidad inusitada, por lo que conviene prepararse.
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