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Sabadell y Valladolid son ambas ciudades industriosas con más de doscientos mil habitantes. Su producto interior bruto per cápita no es muy diferente, un poco ... más alto en la 'Mánchester catalana', así conocida por su historia mercantil, tan próxima a la de Barcelona. En 1881, un grupo de empresarios locales crearon su Banco, antes de que se fundaran el Banco Castellano y la Caja de ahorros de la provincia (Monte de Piedad incluido).
Circunstancias diversas explican la permanencia en el tiempo del Banco de Sabadell, mientras aquí lamentamos la desaparición del 'músculo financiero' de la región (Caja España, Caja Duero…); en fin, ni la melancolía ni la nostalgia arreglarán aquellos despropósitos. Hoy nuestros ahorros son gestionados por entidades profesionales, buenos bancos que ofrecen sus servicios a cada inversor y depositario, sin importar su origen o procedencia.
Y si nos tratan a todos igual, ¿por qué tanta oposición a la fusión de entidades? Si la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia ya ha puesto sus condiciones, que han sido aceptadas por el BBVA, ¿qué otras razones pueden obstaculizar la creación de una entidad competitiva a nivel europeo e internacional? ¿Acaso no hay beneficios derivados del fortalecimiento de un banco español?
Muchos intereses creen lo contrario, consideran que son perjudicados. El posible cierre de oficinas, los efectos sobre las plantillas o la reducción del número de cajeros no son consecuencias inverosímiles. Pero la mayor oposición no se activa por estos efectos, sino –pienso–, por la creencia de que el centro de decisiones se traslada del ámbito catalán a otros lugares del país.
Bueno, justo lo que pasó hace años con nuestras cajas, aquellas que beneficiaban tantos proyectos de inversión, actividades culturales e iniciativas castellanas y leonesas. ¿Se acuerdan de la Obra Social? Pues, aunque algo queda de todo aquello, no es poco lo que perdimos a resultas de operaciones que se dieron por buenas sin más reparos, desde luego sin apenas consideración de lo que ustedes o yo pensáramos acerca de las decisiones sobre depósitos, sucursales, cajeros o estrategias de futuro.
Ahora, con el Banco de Sabadell, se muestra mucho más recato, resistencia, contumaz oposición a lo que la lógica económica parece aconsejar. ¿Por qué? Tal vez porque hablamos de un banco considerado catalán. Quizás, si no se tratara de Cataluña, el Gobierno no marearía tanto la perdiz, ni podría tantos obstáculos a la adquisición del Banco de Sabadell por parte del Banco Bilbao-Vizcaya-Argentaria.
Toda esa operación rezuma un tufillo populista para mantener votos en Cataluña que perjudica el buen funcionamiento de la economía de mercado. La consulta pública activada por el Gobierno para recabar impresiones sobre esta oferta pública de adquisición (OPA) carece de precedentes y de soporte legal específico, es un ejemplo de retorcimiento normativo para lograr el resultado deseado.
Ninguno de los motivos de interés general que habilitan la intervención restrictiva del Gobierno parece concurrir aquí, pues no se perjudica ni el medio ambiente, ni la seguridad nacional, ni la salud pública, ni la libre circulación de bienes y servicios, ni la investigación y el desarrollo. Y si la regulación sectorial se viera perturbada, ya hubiera dicho algo el Banco de España, o se habría opuesto la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia.
El conejo sacado de la chistera del Gobierno para consultar a la gente su opinión sobre cuestiones bancarias podría ser una respuesta a los anuncios televisivos constantes con propaganda sobre los beneficios de la operación. Desde luego, ninguna empresa se gastaría tanto dinero si no pensara recuperarlo. Y ningún político se empeñaría tanto en lo contrario si no creyera que le da muchos votos hacerlo.
¿Y de que electorado hablamos? Pues, en mi opinión, ya saben: Sabadell no es Valladolid, ni Zamora, ni Palencia, ni mucho menos Segovia o Sanabria. Si a ustedes les van a quitar algo que consideran propio, un tren o una caja de ahorros, nadie se molesta en preguntarles, mucho menos activa el Consejo de Ministros en su defensa. Si nació vallisoletano, palentino, zamorano o segoviano, pues se aguanta y come lentejas.
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