La casa del flamenco más puro en Valladolid

«En el flamenco, las letras son sentencias», dice Carlos Salgado Martín 'Castañeta', presidente de la peña flamenca La Siguiriya, una hermandad que reúne a los apasionados a un género musical «profundo, que sale del corazón y requiere una entrega absoluta». «Un cantante de pop puede hacer conciertos de tres horas. El de flamenco se entrega a fondo en las distancias cortas. Tiene que sacarlo todo de dentro en apenas unos minutos».

Castañeta sabe de lo que habla. Ha escuchado flamenco toda su vida. Florencio Martín, su abuelo materno, le ponía cuando era pequeño discos de las grandes leyendas del flamenco en su casa de San Salvador de Hornija. «Lo he vivido desde niño», cuenta Castañeta, quien, después de un paso por la peña El Quejío (tenía su sede en La acequia, en la calle Esgueva), forma ahora parte de La Siguiriya.

El grupo reúne a una veintena de aficionados que se cita dos veces al mes para compartir recuerdos y canciones en torno a una cena de hermandad. Suelen montar tertulia, ver vídeos de las grandes actuaciones del flamenco y, si se tercia, arrancarse con alguna canción, con Luis Presa y José 'El sevillano' a la guitarra. Y organizan veladas de flamenco, con conciertos y actuaciones. «Hemos hecho cosas importantes, con las mejores figuras del flamenco», indica Antonio Montaña, uno de los impulsores de la entidad. «Hace años, con el tirón de Camarón, el flamenco se puso de moda. Ahora ha perdido seguidores. Aquí se mantiene la afición en Valladolid, Zamora y Salamanca, pero es difícil que venga gente joven. Ellos tiran más por el flamenquito, que no tiene nada que ver. Eso está muy bien para la fiesta (la rumba, la sevillana). Todo artista que se sube al escenario merece un respeto, pero la esencia del flamenco (tanto en su música como en sus letras)es mucho más profunda», concluye Castañeta.

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