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Puede que algunos lo recuerden paseando con Miguel Delibes desde ese quiosco de los helados que estaba en una esquina del Campo Grande, pero la imagen que tengo grabada de Ramón García lo sitúa en cualquier librería de Valladolid, rodeado de niños a quienes acercaba, como si fuera un juego, su último libro. Me decía que les envidiaba porque mantenían intacta su capacidad de asombro. Ramón García Domínguez, escritor, periodista y maestro en situación de riesgo (luego lo veremos) ha fallecido en Valladolid a los 81 años.
Aunque nació en Barcelona en plena posguerra, concretamente el 7 de noviembre de 1943, decía que su tierra natal era Corella (Navarra), donde pasó su infancia y adolescencia. Estudió Magisterio en Bilbao y Periodismo en Navarra, donde en 1969 dio a la imprenta una tesina dedicada a la revista 'Pregón' con motivo de su número 100. Pocos saben que antes de llegar a Valladolid para ejercer en Diario Regional trabajó como maestro de Enseñanza General Básica en Guinea Ecuatorial, concretamente en Santa Isabel -hoy Malabo-, capital de la antigua colonia española, donde se había trasladado con su esposa para dedicarse a la enseñanza en compañía de unos religiosos. Era 1970. «En mi pasaporte no constaba mi condición de periodista, dato suficiente para haberme vetado la entrada en el país. Llegaba en calidad de profesor, y como tal ejercí durante dos cursos, llegando a dar clase a un hijo del entonces presidente Macías», dejó escrito. Durante esos dos años, García vivió de cerca, y con horror, una de las dictaduras más atávicas y sanguinarias de la historia contemporánea, dejando como testimonio el libro 'Guinea. Macías, la ley del silencio', publicado en 1977 y por el que el dictador le declaró «persona non grata».
Cuatro años antes de la publicación, concretamente el 1 de agosto de 1973, lo había fichado el periódico vallisoletano Diario Regional como redactor-jefe. Fueron algo más de dos años, muy intensos y problemáticos -llegó a ser director interino-, en pleno arranque de la Transición y con el rotativo en caída libre. Dejó el periódico en 1976 para tomar las riendas de la jefatura de comunicación de Fasa-Renault, donde mimó con detalle la mítica revista 'Rombo' y compaginó su trabajo con la pertenencia a la directiva de la Asociación de la Prensa y con colaboraciones en la Hoja del Lunes, periódico que dirigió en su último año, entre 1983 y 1984.
Hacía tiempo que Ramón García había establecido conexión, formal y emocional, con Miguel Delibes. Él mismo lo contaba hace poco en este periódico: le pidió una entrevista en 1975, en calidad de periodista, y la complicidad no tardó en llegar. «No sé qué pasó. Por la razón que sea, le caí bien. Acaba de morir su mujer, Ángeles, y era muy lacónico en sus respuestas. Pero se sintió a gusto charlando conmigo».
A partir de ese momento quedaron asiduamente para pasear en improvisadas tertulias callejeras que tenían, como punto de salida, la flamante caseta de los helados situada en el ángulo del Campo Grande que daba a la estatua de Colón. Fueron 35 años de amistad y cercanía, Delibes hablando y García tomando notas, sabedor de que el Premio Cervantes no tenía en mente escribir sus memorias. Así se forjaron numerosos textos sobre el escritor, incluidas las míticas biografías 'El quiosco de los helados. Miguel Delibes de cerca' (2005), y la publicada cinco años después con el mismo subtítulo, que en realidad era una ampliación de la primera, sin olvidar algunas adaptaciones teatrales realizadas por ambos.
Colaborador asiduo de El Norte de Castilla, donde divulgó constantemente la vida y obra delibeana, lo mismo que en conferencias, charlas, artículos y capítulos de libros, se especializó en literatura juvenil e infantil, donde era un referente a nivel nacional. Ya en Pamplona dirigió un grupo de teatro infantil, del que nacerían luego piezas como 'Teatro del revés' (1987) y 'Puntapié' (2000), si bien su primera y exitosa incursión en este terreno se tituló 'La tortuga, el hipopótamo y el elefante', una obra teatral publicada en 1976 e inspirada en una fábula guineana que representaron los niños de su escuela. Casi 40 libros avalan su condición de referente en esta temática, donde popularizó personajes tan entrañables como Renata, el ángel Pin y el hada Violín, y obtuvo premios como el Ala Delta en 1992 por 'Renata toca el piano, estudia inglés, y etcétera, etcétera, etcétera'. Este galardón multiplicó su presencia en colegios e institutos para impartir charlas y acercar la literatura a los más pequeños.
Su voluminosa obra literaria, que abarca teatro (incluida una versión de la pieza teatral 'Sombras de sueño', de Miguel de Unamuno), relato corto, ensayo, libro-reportaje y biografía, le procuró numerosos reconocimientos. Entre los más importantes, el Premio Teatro Breve Ciudad de Valladolid (1978), el tercer premio del concurso «Barco de Vapor» de literatura infantil de la Fundación Santamaría (1980), el Premio Sarmiento de Periodismo de Castilla y León (1981), y el Premio Barahona de Soto de teatro corto (1983), además de quedar finalista del Jauja de cuentos y del Tirso de Molina de teatro, ambos en 1980.
Las Contiendas acoge su capilla ardiente (sala 2) y la incineración está prevista para el viernes 30, a las 12:30 en el mismo tanatorio.
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