Nabo, vitamina C y folatos

Esta hortaliza parece que se originó en Europa, aunque no está muy claro, y no se descarta también Asia, siendo al base del aporte calórico en las tribunas de estas zonas. Durante la Edad Media el nabo fue uno de los sustentos alimenticios más importante que fue desbancado tras el descubrimiento por la patata.

Los nabos tienen un bajo índice de calorías. Así con un aporte de agua de más del 95% apenas alcanza las 20 calorías por 100 gramos, a expensas de 5 gramos de hidratos de carbono, y un aporte de proteínas y grasas mínimo. No aporta colesterol y sí tiene una contribución interesante de fibra que casi alcanza los 3 gramos por 100.

Contiene cantidades importantes de micronutrientes (vitaminas y minerales) y en cuanto a las vitaminas destaca la vitamina C, el consumo de una ración diaria cubre la mitad de las necesidades, siento esta vitamina un potente antioxidante natural. También aporta folatos, importantes para las células sanguíneas, sucede como en otras crucíferas (rábano, coles de Bruselas, coliflor, lombarda, berza) que en su composición tiene fitonutrientes del grupo de los glucosinolatos/isotiocianatos/indoles.

A pesar de todas sus propiedades nutricionales, el nabo contiene sustancias bociogenas que, impiden un adecuado uso del yodo por el tiroides, en personas con predisposición, pueden producir inflamación de la glándula tiroides, impidiendo de esta forma la asimilación del yodo.

El consumo de nabo, nos aporta por tanto vitamina C y folatos así como fitonutrientes.