Vida de barrio

Huerta del Rey, entre la tranquilidad y el olvido: «Faltan comercios y no hay supermercados a mano»

Valladolid albergó desde finales del siglo XIX el proyecto de expandirse al otro lado del Pisuerga. Y para ello, se construyeron varios puentes con el objetivo de facilitar la comunicación con el que sería el futuro barrio de Huerta del Rey. Entre 1954 y 1961 se inauguraron los puentes del Poniente, de Isabel la Católica y de García Morato y, con los terrenos urbanizados, comenzó la construcción de una nueva ciudad.

Aquí es donde tuvo origen lo que hoy conocemos como el barrio de Huerta del Rey, después de aprobarse la primera fase del plan Parcial el 26 de octubre de 1963. Una zona cuyos edificios distan mucho del casco urbano tradicional de Valladolid, con calles rectilíneas y perpendiculares, numerosas parcelas privadas ajardinadas y edificios en forma de torre. Esto además hace que esté conformado por un vecindario de muy variada extracción social.

Y para conocer el origen de su nombre hay que remontarse al siglo XVII, entre 1601 y 1606, cuando la corte de Felipe III se trasladó temporalmente a Valladolid. Durante este periodo, el Duque de Lerma adquirió terrenos en la margen derecha del río Pisuerga para establecer un parque de recreo y cazadero real. Ese terreno se dio a conocer como la 'Huerta del Rey', espacio en el que se construyó el Palacio de la Ribera que sirvió como residencia veraniega del monarca.

Actualmente, en la zona se respira tranquilidad, tal vez en exceso en parte por el destacado descenso de la población en los últimos años y diferentes carencias que tanto su asociación de vecinos como los habitantes y comerciantes del barrio tienen anotadas con el objetivo de poner cuanto antes una solución.

Gertrudis Robles y Francisco Javier Cantera son vecinos de la zona desde hace 48 años, tiempo más que suficiente para evaluar la evolución del barrio y las necesidades que se requieren. «Aquí vivimos muy tranquilos pero faltan muchas tiendas, los supermercados nos pillan muy lejos y el médico de cabecera también» afirma indignada Gertrudis que, precisamente, se dirige ahora allí dando un largo paseo junto con su marido. «Al final, muchas veces tenemos que tirar de buses y taxis porque como te digo, aquí no tenemos nada a mano» concluye.

Una reividicación que también expone la Asociación de Vecinos Pisuerga además de añadir los problemas de transporte para los habitantes de la zona. Un ejemplo claro son el escaso número de paradas de autobús que existen en el barrio, que dificultan la movilidad de sus vecinos y a muchos les obliga a poseer vehículo privado.

Pero si bien muchos acusan el exceso de tranquilidad del barrio ante la falta de tiendas y supermercados, otros vecinos como Mariano González creen que «tiene lo justo y necesario» para hacer vida. «Puede ser que falte alguna tienda pero tenemos pescaderías, fruterías, bares, al final con eso puedes ir tirando y además la zona es tranquila para poder pasear». Precisamente, Mariano aconseja visitar a comercios que ya son históricos aquí en Huerta del Rey como es el caso de la pescadería Merche, que se encuentra en un pequeño rinconcito cercano a la calle de Pío del Río Hortega.

Mercedes Palmero ofrece el mejor pescado a los vecinos del barrio nada más y nada menos que desde hace 34 años y se conoce la zona como la palma de su mano. «Esto al final es como un pueblo, todos nos conocemos y según entra un cliente no le tengo que preguntar, ya se qué ponerle, son mi otra familia» afirma muy feliz.

Y a pesar de no vivir en la zona, esa cercanía con los vecinos le ha ayudado a comprender cómo se vive en Huerta del Rey. «Siempre me dicen que la zona es una maravilla porque las calles son anchas y además cruzas en un momento y ya casi estás en el centro» apostilla mientras nos aconseja cuáles son las mejores piezas de pescado para comprar en verano.

A escasos metros de esta histórica pescadería se encuentra la famosa 'plaza sin nombre' conformada por bares y que está en plena calle de Pío del Río Hortega. Así la nombra Jesús García, veterano hostelero que se asentó en el bar Canalla hace ya tres años. «Muchos clientes me lo preguntan pero la realidad es que esta plaza de bares no tiene nombre como tal» aclara. Muy ajetreado durante la mañana, ya que muchos estudiantes de arquitectura -su facultad se encuentra justo en frente- vienen aquí a desayunar y a tomar café durante la mañana, explica por qué es tan feliz trabajando en Huerta del Rey.

«Cuando vine aquí me di cuenta de que la zona aún matiene la esencia de un barrio de clásico, de toda la vida» dice. «Aquí todos los vecinos se conocen, llaman a los comercios por el nombre del dueño, hacen su vida aquí y a mí personalmente me gusta mucho ese ambientillo» argumenta mientras se dispone a preparar una nueva tanda de tortillas para alimentar a los vecinos y estudiantes de la zona.

Desde sus orígenes como cazadero real en tiempos de Felipe III hasta convertirse en un núcleo urbano lleno de contrastes, ha sabido conservar la esencia de un vecindario cercano y tranquilo. Aunque enfrenta retos como la falta de comercios o transporte, sus calles anchas, su ambiente acogedor y sus vecinos de toda la vida hacen de este lugar un espacio con alma, donde cada rostro es familiar y cada tienda tiene su historia.

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