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María Luisa Burgos cumple 107 años: «Soy feliz teniendo salud y a mis hijos cerca»Un siglo y siete años más. María Luisa Burgos cumple 107 años con una salud de hierro, una vitalidad envidiable y «ganas de seguir viviendo ... hasta que Dios quiera». La centenaria y parte de su numerosa familia reciben a El Norte de Castilla en la Residencia Ballesol de Parquesol donde «lleva dos meses viviendo». Sin problemas de salud alarmantes, María Luisa Burgos señala que «teniendo salud, como tengo, y viendo a mis hijos cerca soy feliz y no me hace falta más».
Nacida en La Aguilera (Burgos) en 1918, su vida ha transcurrido ayudando en el campo al ser la mayor de seis hermanos «de los que solo queda ella», confiesa José Luis Albillos, su hijo menor, que junto a María del Pilar Albillos, su hija mayor, acompañan a su madre en el cumpleaños. «Recuerdo mucho que ayudaba a mi padre en el campo durante muchos años y también en la panadería familiar que teníamos. Allí hacíamos dulces para las bodas y fue allí donde conocí a mi marido», confiesa la centenaria.
Mujer de un militar, su vida ha sido «bonita, tranquila y muy familiar». «Me he dedicado en cuerpo y alma a cuidar de mis hijos primero y cuando llegaron mis nietos igual. Siempre digo que los nietos son como regalos y juguetes para una abuela. Les he dado todo, han venido a pasar veranos y veranos conmigo al pueblo», detalla María Luisa Burgos, que años más tarde trasladó su residencia en el pueblo burgalés a la capital vallisoletana «por la zona de Puente Colgante».
Ahora, con ocho nietos y diez bisnietos la centenaria lamenta «no poder ayudar todo lo que quiero a mis nietos con sus hijos» pero asegura que su feliz «depende de que ellos estén bien y de que me vengan a ver siempre». Entre sus pasiones ocultas se encuentran las cartas: «Siempre me ha gustado jugar a la Brisca española con mis amigas y ganar, claro», bromea María Luisa Burgos, que desde hace dos meses vive en la Residencia Ballesol de Parquesol.
«Siempre ha querido valerse por ella misma para hacer las cosas. Cuando estaba en casa teníamos una chica interna con ella y no le gustaba que le hiciesen todo porque ella quería cocinar y ducharse. Decidimos traerle a una residencia porque la interina no podía continuar viniendo a cuidar a mi madre», explica María del Pilar Albillos, hija de la centenaria. «Todos los años decimos lo mismo: este año está la abuela y nos juntamos para celebrarlo, el año que viene Dios dirá, pero si todo sigue según lo previsto seguirá aquí», desea José Luis Albillos, hijo de la centenaria.
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