

Primeros planos de mujeres
Una Cierta Historia del cine de Autor ·
Věra Chytilová traza en su debut como realizadora un retrato femenino divergente del realismo oficial en 'Hablemos de otra cosa', que hoy se proyecta en los cines BroadwaySecciones
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Una Cierta Historia del cine de Autor ·
Věra Chytilová traza en su debut como realizadora un retrato femenino divergente del realismo oficial en 'Hablemos de otra cosa', que hoy se proyecta en los cines BroadwayLa directora y su época. La metáfora del 'telón de acero' sirve con eficacia para explicar la geografía de la Europa escindida en dos ... partes después de la Segunda Guerra Mundial. Una frontera impermeable y desconfiada pero que, paradójicamente, en campos como el cinematográfico dejó una saludable influencia entre los dos lados. A principios de los sesenta llegaron cambios y revoluciones al cine francés, inglés, alemán –incluso con timidez al español–. Al tiempo, en Polonia, en Hungría, en Checoslovaquia, nuevas generaciones de cineastas proponían formas y temas con riesgo estético y sobre todo político. No solo hubo un aliento común, sino también un conocimiento mutuo. En los años setenta los cine clubs españoles se poblaron de películas del este de Europa. Por el contrario, en la Europa de hoy de los 27 esas cinematografías apenas si tienen difusión en España, a pesar de que compartimos hasta la moneda.
'Hablemos de otra cosa'
País: Checoslovaquia
Año: 1963
Directora: Vera Chytilová
Intérpretes: Eva Bosáková, Vera Uzelacová
Lugar: Cines Broadway
Fecha: Jueves 5 de junio a las 20:00 horas
Precio: 3,5 euros con motivo de la Fiesta del Cine
El cine checo tuvo su propia nueva ola, 'Nová Vlana'. Con dos grupos de producción autónomos, en Praga y en Bratislava, los debuts de Věra Chytilová, Jan Nemec, Milos Forman, Jiri Menzel o Jaromil Jires se produjeron con uno o dos años de diferencia desde que Chytilová estrenó 'Hablemos de otra cosa' en 1963. Fue una generación que deslumbró en los pocos años que el país la dejó hacer y rodar con una cierta libertad. En 1968 la primavera de Praga, encabezada por Dubcek, vio llegar a sus calles a los tanques soviéticos. El otoño que siguió con Husak desmembró el movimiento. Unos, como Forman o Nemec, se exiliaron. Otros se quedaron, pero sin apenas trabajo. Věra Chytilová (1929-2014) nunca volvió a dar un fruto tan inolvidable como 'Las margaritas'.
La película. Las estrecheces del nefasto realismo socialista diseñado por Stalin no contaron con el respeto de las nuevas generaciones de cineastas de Europa del Este. De la doctrina, estos se quedaron como mucho con la palabra 'realismo', aunque el vuelo que le dio el cine posterior de Chytilová, Forman o Nemec pronto reventó las costuras del corsé dando entrada a la imaginación creadora.
Chytilová comenzó su carrera con 'El techo', un mediometraje que reflejaba la experiencia de la directora como modelo, una mirada introspectiva nada usual. En su primer largo la alternativa empieza en el título, 'Hablemos de otra cosa' o, como también se llamó, 'Sobre algo diferente'. Contraviniendo la teoría oficial de los soviéticos, la directora dirige su atención a la vida de dos mujeres que no son ejemplo de ninguna perspectiva proletaria: una es ama de casa, la otra gimnasta. Como vidas corrientes que son, y todas lo son, no hay mucho que contar. Věra, ama de casa, pasa muchas escenas en la cocina o en el dormitorio, guisando para su familia o soportando cómo su marido fuma en la cama leyendo el periódico. Eva, la gimnasta, se encierra con sus preparadores físicos machacando el cuerpo para intentar las proezas corporales que la competición le va a exigir. Dos vidas que solo tienen de común la rutina, y en cierta manera el vacío. Věra lo combate con un amante que se acaba diluyendo en la histeria. Eva al menos logra una medalla de oro en el campeonato mundial, para mostrase en el plano final reproduciendo en una discípula la disciplina que la torturó. Un paralelismo tal vez forzado, pero que bajó la cámara al nivel de la vida real, por mediocre que fuera.
La marca de autora. Dar el protagonismo a la vida oscura y rutinaria de dos mujeres, en la Checoslovaquia de 1963, fue una apuesta insólita en una cinematografía estatal con clara dirección ideológica. Esa apuesta femenina la subraya la directora con una cámara siempre cercana a las protagonistas. Sus cuerpos, en esos planos cercanos, se erigen como soporte narrativo. La gimnasta se convierte en el montaje en un esfuerzo de pies, de brazos que buscan el arte, de cintura que se dobla, de esqueleto que vuela. En paralelo, el objetivo doméstico sobre la otra nos revela mil gestos de orden, de limpieza, de aburrimiento en la cama, de ir y venir a compras y recados. Es un montaje que rompe la continuidad, que se alía con estándares musicales para proponer islas de creación para esos cuerpos de mujeres cansadas, necesitadas de un último empujón.
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