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Daniel Valbuena, a la derecha, es entrevistado por su invento junto al ingeniero jefe de Industria en 1969. ARCHIVO MUNICIPAL

El Cronista

El inventor de los faros antideslumbrantes

El vallisoletano Daniel Valbuena, ganador de la medalla de Oro de la Exposición de Bruselas de 1966, patentó su hallazgo en varios países tras ser homologado

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 3 de junio 2025, 06:47

Cuando saltó la noticia, hace ahora 59 años, y la prensa se abalanzó sobre su protagonista, lo primero que dijo fue que su máximo objetivo era «rendir un servicio a la Humanidad evitando los numerosos accidentes de coche que se producen por deslumbramiento». Era marzo de 1966 y Daniel Valbuena Casado, ingeniero industrial titulado, se ganaba la admiración de sus paisanos por conseguir la medalla de oro en la XV Exposición Internacional de Inventores de Bruselas. Los titulares no podían ser más expresivos: «Gracias a un vallisoletano el deslumbramiento no será ya causa de accidentes de tráfico». ¿Quién era el inventor y en qué consistía su hallazgo?

Nacido en 1904, Daniel Valbuena era ingeniero industrial y en 1940 había abierto un taller mecánico en la calle López Gómez para la fabricación de bobinas de ignición, disyuntores y condensadores para automóviles. Previamente había trabajado como ayudante de ingeniería aeronáutica, fue piloto militar en la Guerra Civil y residió en Benavente. Cuando en 1963 trasladó su taller al número 25 de la calle Vega, ya había patentado otro invento consistente en «un cilindro-pistón que no necesita aceite». Presentó el hallazgo en Estados Unidos y una casa de ese país se hizo con la patente, comercializándolo con éxito. Pero el invento de ahora era diferente. «Yo estaba obsesionado, hace años, con los deslumbramientos que producían los faros de los vehículos en el momento de cruzarse. Cada vez que leía la noticia de algún accidente por esta causa me entraba una especie de angustia y había algo dentro de mí que me empujaba», confesaba al periodista de El Norte de Castilla.

Se trataba, por tanto, de eliminar las reflexiones luminosas, pero «dejando el mismo haz de luz, con la misma potencia y dando mayor seguridad y campo visual al conductor (...). En el cruce con otro vehículo se crea una zona de oscuridad que impide ver con facilidad el camino. Esta zona de oscuridad está prácticamente eliminada con mi invento, en el que se evitan reflexiones innecesarias dirigiéndose el haz luminoso reglamentariamente». El invento de Valbuena consistía en una especie de malla reticular que se colocaba en los faros: «Una malla fabricada con láminas de aluminio de 0,2 milímetros de espesor, entrelazadas entre sí. Las láminas son de color oscuro, para absorber las pequeñas reflexiones, y el material ofrece resistencia a muy altas temperaturas. Esta malla actúa de selector y canalizador del haz luminoso y lo proyecta a la misma distancia de un faro normal, pero sin que haya posibilidad de reflexiones y, por tanto, de deslumbramientos. La malla va colocada entre el reflector y el cristal y ni la parábola, ni el cristal, ni la lámpara han de tener características especiales».

Arriba, coches circulando por la noche en los años 70. Abajo, un automóvil accidentado y el inventor, Daniel Valbuena, mostrando a la prensa su hallazgo. ARCHIVO MUNICIPAL
Imagen principal - Arriba, coches circulando por la noche en los años 70. Abajo, un automóvil accidentado y el inventor, Daniel Valbuena, mostrando a la prensa su hallazgo.
Imagen secundaria 1 - Arriba, coches circulando por la noche en los años 70. Abajo, un automóvil accidentado y el inventor, Daniel Valbuena, mostrando a la prensa su hallazgo.
Imagen secundaria 2 - Arriba, coches circulando por la noche en los años 70. Abajo, un automóvil accidentado y el inventor, Daniel Valbuena, mostrando a la prensa su hallazgo.

Según su propio testimonio, ya en enero de 1966 había patentado el invento en Francia e Italia, y los pedidos ascendían a cerca de 20.000. En España causó tanta expectación, que el programa de Televisión Española «A toda plana» le dedicó un amplio reportaje. En agosto de 1966 realizó las pruebas pertinentes ante el responsable de la Delegación de Industria, el jefe provincial de Tráfico y el del sector de la Guardia Civil de Tráfico, con resultado satisfactorio. Faltaba, únicamente, hacer lo propio en Madrid ante una comisión interministerial. Pero el tiempo pasaba y el papeleo se retrasaba. A principios de 1969, Valbuena aún no sabía nada. Visiblemente contrariado, confesaba que había trabajado sin ayuda alguna durante casi cuatro años, más allá del apoyo de su hermano y de su mujer, y que había invertido mucho tiempo y dinero. «Lo tengo patentado. Y no sólo en España, sino en Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, Suiza, Bélgica, Japón e Italia. Un gasto fabuloso ya que sólo en patentes he invertido cerca del millón de pesetas».

El vallisoletano tuvo que esperar hasta julio de 1969 para conseguir la autorización y poder homologar nacional e internacionalmente su invento, con la noticia añadida de que ya se estaban construyendo unos talleres con maquinaria suficiente para empezar a colocar en septiembre los faros antideslumbrantes. Sin embargo, la última noticia sobre los mismos data de agosto de 1970, momento en que El Norte de Castilla celebró que ya se habían comenzado a fabricar en serie y «están siendo instalados en los automóviles», habida cuenta la gran demanda existente en el mercado. «Si hubiera tenido ayuda y medios, este dispositivo hubiera salido mucho antes y seguramente hubiera alcanzado otras cosas. Hay buenos cerebros españoles, que por falta de apoyo emigran al extranjero, y esto es muy lamentable», se quejaba en una entrevista concedida a este periódico. Daniel Valbuena Casado falleció en esta ciudad el 7 de mayo de 1974.

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