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Cuatro cánceres y una sepsis: la historia de Pepa, la 'superwoman' vallisoletana que no pierde la alegríaLa resiliencia, según define la Real Academia Española, es la «capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos». Fue una de las 'palabras del año' en 2020 y la pandemia la puso de moda. A sus 69 años, María Josefa Alonso Pérez es todo un ejemplo de resiliencia. Ella se define como «una mujer luchadora a causa de todas las zancadillas de la vida». Una actitud que, según cuenta, heredó de su madre y gracias a la cual nunca le han faltado «ganas de vivir».
De padres extremeños y con cuatro hermanos, Pepa —como prefiere que la llamen— se mudó a Valladolid durante su infancia. Desde entonces ha permanecido muy vinculada a la ciudad y se identifica como «vallisoletana de corazón», además de «cacereña de raíces, coruñesa de pasión y, desde 2018, roteña»: «Cuando vine a vivir a Valladolid, donde nació mi hermana más pequeña, yo tenía cinco años. Todos los recuerdos de mi niñez y juventud, como mis primeros amores o mis primeras amistades, muchas de las cuales aún conservo, son de Valladolid». A los 27 años se trasladó a vivir a La Coruña y allí conoció a Manel, su marido.
Junto a él, fallecido en 2023, atravesó muchos de los que ella describe como «golpes que la vida le ha dado». El primero tuvo lugar el 14 de mayo de 2005: «Me encontraba de viaje en Francia para la boda de uno de los hijos de mi marido. Días antes me había hecho unas pruebas en La Coruña porque habían detectado lo que resultó ser el primer cáncer de mama que tuve». La mala noticia, sin embargo, no le impidió viajar e intentar disfrutar del momento a pesar de las circunstancias: «Para mí era un día importante, así que pensé: 'Cuando regrese, ya veremos, pero yo voy a ir a la boda'», recuerda.
En aquel momento descubrió, quizá sin saberlo, una fórmula que le ha valido para hacer frente a las diferentes «piedras en el camino» con las que se ha topado: una actitud positiva no exenta de sufrimiento ni de momentos de desahogo. «A partir de ahí reaccioné de igual forma que lo he hecho más adelante con el resto de cánceres: llorando mucho y abrazándome a la persona querida que tuviera delante en cada momento –en aquel entonces, mi marido– y, después, a seguir adelante».
Porque Pepa ha atravesado no pocas situaciones delicadas. La primera fue aquel cáncer de mama en 2005; al que siguió otro en 2014. Además de un cáncer de riñón y una sepsis en 2016 «que me tuvo en coma casi un mes, entre marzo y abril», subraya. «De aquel momento solamente recuerdo entrar al hospital Río Hortega por lo que parecía ser una gripe, y cuando me desperté había pasado un mes. Luché sin saber que estaba luchando», rememora. A todo ello, además, hay que sumar un último cáncer de mama este mismo año; y la muerte de su marido tras pasar por un cáncer terminal en 2023, junto a quien atravesó muchos de estos procesos.
Si tuviera que destacar un desafío como el más difícil al que se ha enfrentado durante sus 69 años, no tiene dudas: «Prefiero pasar veinte veces por quirófano a una sola sesión de quimioterapia». En lo referente a afrontar problemas, subraya que «lo más duro no es el momento en el que te dan la noticia». «La primera vez que me detectaron cáncer, solo mencionar la enfermedad daba mucho respeto. Pero lo asumí y hablaba de ello sin complejos con amigos y familiares».
¿Cómo ha logrado Pepa hacer frente a estas adversidades? «Ha sido esencial rodearme de las personas que me quieren», afirma tajante: «Yo veía cómo sufrían y pensaba que tenía que salir adelante por ellos y, por supuesto, por mí misma». Es precisamente en ese momento cuando se vuelve esencial mostrar la cara más positiva. Le gusta decir que «si la vida te da palos, haz una hoguera», una frase que no recuerda si es suya o la leyó por ahí, reconoce entre risas. «Me ha ido muy bien, especialmente después de las malas noticias, aunque no sin antes desahogarte, claro».
Sin embargo, mantener los pies en la tierra es esencial, también en casos extremos: «Mi marido tuvo un cáncer terminal con metástasis y le dieron pocos meses de vida». «En esas situaciones quieres seguir viviendo y tirar para adelante, pero al final acabas viendo el deterioro tan enorme de esta enfermedad tremenda», afirma sobre el proceso. «Lo que más se valora son los ánimos que, día tras día, te dan las personas queridas. Por eso pienso que he sido tan afortunada». Manel fue uno de sus pilares esenciales para el día a día: «Hacíamos todo juntos: viajar, deporte, o recibir las malas noticias en las consultas». «Vivíamos el uno por y para el otro».
Así fue, según evoca Pepa, hasta su fallecimiento a causa de un cáncer de pulmón terminal. «Cuando él murió, a mí ya me habían dado la primera sesión de quimioterapia en este último cáncer y estaba hecha polvo». En aquel momento, la oncóloga le hizo saber que «solamente pasaría el duelo cuando ya estuviese curada». Y justo de esta forma sucedió.
A partir de ese momento, Pepa Alonso ha aprendido a abrazar esa soledad y, una vez más, sacar lo positivo de las adversidades: «Escribo, leo o paso las tardes en mi apartamento de Rota (Cádiz), la ciudad donde mi marido y yo planeábamos vivir tras nuestra jubilación. Hago muchas cosas que con él, por uno u otro motivo, no podía hacer; a pesar de que, obviamente, le echo muchísimo de menos». Además, afirma verse «con ganas de seguir activa», algo para lo que ha incorporado hábitos como la lectura o la escritura.
Y es que durante esta «nueva etapa» en su vida, Pepa Alonso se encuentra preparando las pruebas de acceso para cursar una carrera que por el momento, no ha decidido: «A mí realmente lo que me gusta es Económicas. Siempre he sido muy buena en matemáticas, aunque la criminología es como un 'hobbie' para mí porque me gustan las novelas negras».
Lo más probable, no obstante, es que finalmente curse algo relacionado con los servicios sociales, dada su vocación por ayudar, siempre que pueda, a aquellas personas que necesiten un apoyo en momentos complicados: «Este año tenía que haberme presentado al examen y no he podido porque estoy pendiente de que me hagan la mastectomía. Además, he perdido algo de audición con el tratamiento y no me enteraba muy bien en clase, así que me pondré unos audífonos y me lo tomaré de otra manera», comparte, siguiendo su filosofía de vida.
Narrar su testimonio vital en un vídeo de alrededor de dos minutos de duración le ha valido el Premio Salud Activa de 2025, entregado por SegurCaixa Adeslas. Una idea que, aunque surgió el pasado año, decidió dejar reposar: «Por entonces había acabado mi tratamiento de quimioterapia recientemente y no estaba yo en mi mejor aspecto ni con mi mejor humor». Sin embargo, dada la situación personal que atravesaba en aquellos momentos, su historia hubiera reflejado «una tristeza que no la caracteriza», y que no ha mostrado en el vídeo galardonado en esta convocatoria. «Yo no soy una persona triste. Soy optimista y tengo muchas ganas de hacer cosas», una faceta que también muestra a la hora de echar una mano: «Cuando ayudo a alguien, me preparo un discurso y voy a donde me llamen, ya sea a una residencia de ancianos, acompañando a personas a que se den la quimioterapia -sobre todo a personas solas-. Siempre con ánimo, fuerza e ilusión. Nunca con pena».
A propósito del concepto que da nombre al premio con el que ha sido galardonada, Pepa Alonso define la «salud activa» como «el cuidado tanto del cuerpo como de la mente». Algo que ella logra tanto con ejercicio físico (con «hora y media de marcha cada día, clases de pilates 3 días a la semana» e incluso «haciendo pesas»). Sin embargo, ni siquiera todo ese esfuerzo garantizaría una correcta salud activa de no ser por el cuidado de la mente, algo para lo que Josefa recomienda «un buen libro o una buena película, pero solo si tu cabeza no está en otras cosas en ese momento». Y es esa combinación de cuerpo y mente, unida a una actitud serena, la fórmula con la que Pepa demuestra que, pese a las dificultades, siempre es posible encontrar la fuerza para seguir adelante.
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